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La jugada del decano

Detalles inéditos de la compra de Epensa por parte del Grupo El Comercio y el debate que se viene en torno a la concentración de medios.

Publicado: 2013-10-21

Después de ganarle la compra de Epensa a La República, El Comercio también se compra riesgos políticos. A continuación compartimos la crónica del periodista Ricardo Uceda -publicada en la reciente edición de la revista PODER- de la operación y un repaso de las complejidades de la concentración de medios.

El 28 de agosto del 2012, el gerente general de Saga Falabella, Juan Xavier Roca, almorzó en el restaurante Rafael con el presidente del Grupo La República, Gustavo Mohme. Lo había invitado para expresarle la satisfacción de su empresa por una exitosa oferta comercial de tablets en el diario que dirigía. Hablaron de una nueva campaña, pero, con el correr de las semanas, el cliente optó por poner su promoción en un diario del Grupo El Comercio.

Mohme llegó a la conclusión de que Saga Falabella había sido presionada por el poder publicitario de su competidor. La República no había tenido hasta entonces cuentas de retails, y el rechazo le dio malas ideas. Consultada una fuente de Saga Falabella, dijo lo siguiente:

—Nos hicieron una mejor oferta. Con un mayor tiraje, las condiciones eran más atractivas. Eso fue todo.

La misma fuente descartó cualquier tipo de presión y aseguró que el interés del conglomerado chileno es trabajar con varios medios en diferentes campañas, y no limitarse a uno solo. De hecho, el 13 de octubre la tienda Tottus del grupo Falabella lanzó una nueva campaña de smartphones con La República.

Al día siguiente de su almuerzo con Roca, Mohme se reunió en la cafetería de la farmacia Pharmax con Marcia Mindreau, segunda esposa de Enrique Agois Paulsen, dueño de la mayoría de acciones de EPENSA, que editaba los diarios Correo, Ojo, El Bocón y Ajá. Los esposos detentaban el 54% de las acciones. Luis Banchero Rossi, el fundador de la cadena, se las había cedido a Agois cuando estuvo casado con su hermana Olga Banchero, con la que tuvo cuatro hijos: Luis, Carlos, Rossana y Mariella. Al divorciarse Agois Paulsen de Olga, ella se quedó con 20% y sus cuatro hijos con 26%. De ellos, Luis, con 11%, dirigía los periódicos. En el momento de la cita del Pharmax tanto papá Agois como la propia Marcia estaban mal de salud. Cualquier desenlace fatal cambiaba la aritmética de las acciones. Los hijos de Olga Banchero adquirían mayoría en ambos casos. Quizá este dato tuvo que ver con lo que después ocurrió.

En el Pharmax, Mohme insistió en comprar la cadena EPENSA, una oferta que ya había hecho años atrás a los Agois, conjuntamente con El Comercio. La operación no prosperó porque ofrecieron muy poco. Esta vez Mohme quería mejorar la propuesta a Agois Paulsen, y lo llamó a su casa. Marcia contestó, diciéndole que ella veía todos los asuntos del matrimonio, porque su esposo estaba limitado por razones de salud. Pero cuando escuchó a Mohme decir que tenía intenciones de comprar, le contestó:

—Háblalo todo con Luchito.

O sea, con Luis Agois, hijo de Enrique y Olga Banchero. Agois, para esto, había recibido varias ofertas de compra de la cadena, que administra cuatro ediciones de periódicos en provincias con indiscutible liderazgo, y cuyo diario nacional popular, Ojo, vende cerca de trescientos mil ejemplares. EPENSA estaba sin deudas. Ante el crecimiento avasallador del Grupo El Comercio —en el 2002, ante el resurgimiento de Correo en Lima, logró frenarlo creando Perú 21— parecía razonable la posibilidad de que La República, tercero en el mercado, pretendiera crecer adquiriendo a un competidor.

Agois no le dijo no a Mohme la primera vez que se vieron para tratar el asunto, en el segundo semestre del 2012.

La principal objeción al funcionamiento sin restricciones de los monopolios u oligopolios en los medios de comunicación es que restringen el debate democrático de un país. Otro tipo de objeciones es que afectan el funcionamiento del mercado, con riesgos para la libre competencia. Si comenzamos refiriéndonos al tema desde la perspectiva democrática, las referencias más pertinentes para el caso peruano podrían ser los conceptos adoptados por el sistema interamericano. Que no son exóticos pues provienen del marco democrático global. Uno es que la libertad de expresión es esencial para cualquier régimen democrático, idea sacralizada numerosas veces por jefes de Estado y de Gobierno y por los principales organismos de la OEA. El razonamiento implícito lo resumió en el 2009 la Agenda Hemisférica para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH): la democracia permite que las personas adopten decisiones informadas sobre su futuro, eligiendo qué toman o dejan de la oferta informativa. Para lo cual esta oferta debe ser diversa; o sea, provenir de distintas fuentes y visiones. Y debe ser plural: contener numerosas voces. Para la CIDH, de acuerdo con su Declaración de Principios de Libertad de Expresión, la ley debe controlar a los monopolios porque conspiran contra la democracia al restringir la diversidad y la pluralidad.

No es ocioso seguir con la CIDH porque eventualmente podría llegarle una demanda desde el Perú por afectación del debate democrático. Es extremadamente difícil pero no imposible. En el 2003, en un informe sobre el concentradísimo mercado de Guatemala, donde un operador, Ángel González, tiene el monopolio de la televisión —y en el Perú dos de los seis canales de señal abierta, ATV y Red Global— la CIDH dijo que la carencia de pluralidad de la información es un serio obstáculo para el funcionamiento de la democracia. En 1985 la Corte Interamericana ya había opinado que es necesaria “la prohibición de todo monopolio respecto de ellos, cualquiera sea la forma que pretenda adoptar”. En fin, numerosas expresiones en el mismo sentido siguieron siendo producidas por los monitores democráticos del hemisferio. Pero el foco de estas preocupaciones son millones de personas que según la CIDH no tienen su libertad de expresión asegurada: jefas de familia en extrema pobreza, grupos marginales afrodescendientes, indígenas, poblaciones rurales. Sus voces e intereses no estarían reflejados por los medios, orientados fuertemente a su mercado urbano y ahora mismo al entretenimiento. Ante lo cual, la Agenda Hemisférica plantea que los Estados impidan la concentración de medios y democraticen la asignación del espacio radioeléctrico y del dividendo digital. Les pide promover radios comunitarias y que los medios estatales sean realmente públicos y no estén al servicio del Gobierno.

No hay que perder de vista que las preocupaciones anteriores apuntan principalmente a la concentración de medios que usan el mercado radioeléctrico. No a la de los impresos. Por otra parte, se hacen en nombre de los mayores afectados: los excluidos. En conclusión, todo intento por cuestionar a la concentración de medios desde estándares democráticos debe hacerse desde la afectación de la diversidad y pluralidad informativas.

Desde el punto de vista del mercado, el problema tiene como respuesta políticas antimonopólicas. La tendencia que tienen las empresas a crecer, fusionándose con otras del mismo rubro o comprándolas, es controlada con leyes que prohíben la fijación de precios, el reparto de áreas geográficas, la discriminación y las cláusulas de atadura. En el Perú, una conducta monopólica puede ser sancionada por el Indecopi. Cementos Lima, por ejemplo, deberá pagar S/. 5,7 millones por negarse a contratar con pequeños negocios que también trabajaban con CEMEX. Si El Comercio abusara de su posición de dominio en el mercado con alguna práctica monopólica, pongamos discriminando a clientes que pongan anuncios en La República, Indecopi podría sancionarlo, probablemente luego de una larga investigación, como ocurrió con el cemento.

Este control en el Perú es ex post. En otros países, las fusiones tienen un control anterior a la concentración, que en sí misma no está prohibida. Un organismo regulador independiente decide si la compra que hará un pez gordo puede darle demasiado poder en el mercado. Este año, en México, la Comisión Federal de Competencia negó a Cinemex la autorización para adquirir el 100% de las acciones de Cinemark, haciéndose del 95% del mercado. Cuando Glencore compró Xstrata, las autoridades chinas le exigieron que venda Las Bambas, el proyecto de US$ 5,9 millones que se desarrollará en Apurímac para que no tuviera demasiada influencia en el mercado mundial del cobre. En estos sistemas, la compra de EPENSA por El Comercio hubiera requerido evaluación del regulador. Ahora solo podría hacerse si hay una denuncia por abuso de posición de dominio, lo que aún no se sabe si sucederá.

En el debate iniciado por La República para objetar la compra, diversos especialistas han señalado que la operación es legítima porque la Constitución, que prohíbe taxativamente el monopolio en medios, no está vulnerada: cualquiera puede fundar un diario, sin barreras de entrada. Los medios impresos no tienen límites legales a su expansión, a diferencia de las televisoras y radios, que solo pueden usar hasta un porcentaje del espacio radioeléctrico. En todo caso habría un vacío legislativo, pues el acaparamiento en medios impresos no está ni definido ni normado. Es la posición de destacados abogados liberales como Alfredo Bullard, como de un defensor emblemático de la regulación de medios, el ex ministro de Justicia Baldo Kresalja. Sin embargo, las evaluaciones antimonopólicas no miden la otra dimensión de la problemática: ¿cuánto del debate democrático se ve afectado por la compra de EPENSA por El Comercio?

Este es el punto más importante de la discusión, aunque es imposible afrontarla simplistamente. Hasta ahora no se conoce un método generalmente aceptado para medir la afectación de la pluralidad y la diversidad por la concentración de medios. La metodología, lo dicen los mismos expertos, está en pañales. Pero una cosa se sabe sin duda en el Perú: El Comercio ha adquirido un poder político sin precedentes. El monitoreo y control de ese poder escapa a lo legal.

Antes de que culminara el 2012, Luis Agois Banchero se había entrevistado varias veces con Gustavo Mohme para considerar la posibilidad de una venta o fusión. En este punto la versión no es la misma entre ambas partes. Mohme quería comprar, una intención que demostró en los meses posteriores, y creyó ver en su interlocutor una disposición favorable. Agois no quería vender, lo cual también se comprobó, y aduce que solo se mostró dispuesto a escuchar. En cierto modo Agois estaba obligado a conversar. Actuaba en representación de todo el grupo, tanto de sus hermanos como de su padre y su esposa Marcia Mindreau, quien lo representaba. Ante el asomo de interés de Mindreau en vender, Luis Agois, de acuerdo con un testigo de los hechos, actuaba funcionalmente a este deseo, para reportar propuestas, sin ir más allá. Sin embargo, antes de fin de año Mohme ya tenía en sus manos los balances de EPENSA y documentación sobre las finanzas del grupo, que le fueron entregadas personalmente por Agois, en su propia casa. Mohme entendía, según ha comentado en privado, que el proceso podía continuar.

A inicios del 2013 Mohme contrató a LXG Capital, una firma de banca de inversión, y empezó a preparar los documentos para gestionar un préstamo. Con Luis Agois oficiando de mediador entre Marcia Mindreau y él, Mohme ofreció comprar acciones valorizando EPENSA en US$ 33 millones. Agois, después de consultar, le dio dos noticias: una, que sus hermanas no querían vender; y otra, que a Marcia Mindreau la oferta le parecía insuficiente.

Mohme pensó entonces mejorar la oferta a Mindreau, y en cuanto a la resistencia de su familia a vender, le dijo a Agois:

—No vendan. Comprémosle a Marcia y manejamos juntos la cadena.

Marcia representaba el 54% original de su esposo Enrique Agois Paulsen. En algún momento, este le cedió a Marcia el 20% de sus acciones —un porcentaje igual al de Olga Banchero, la ex esposa—, quedándose él con 34%. De este 34% también disponía Marcia mediante un poder.

Los expertos no se han puesto de acuerdo en cómo medir la concentración de medios. Hay un sistema, CR4, Four Concentration Ratio, que agrega el porcentaje en el mercado de los cuatro mayores operadores. El índice HHI es igual a la suma de los cuadrados del share de todos los participantes en un mercado, con puntajes de 0 a 10.000. En los Estados Unidos, un puntaje menor a 1.000 indica un mercado no concentrado, uno entre 1.000 y 1.800 moderadamente concentrado, y uno mayor a 1.800 altamente concentrado. Por último, el Índice Noam establece la diversidad tomando en cuenta el número de voces disponibles. Como el poder de mercado medido por sí solo no refleja la diversidad de los medios, Eli Noam propone incluir las pequeñas voces. Hay investigadores que, a falta de consenso, ofrecen resultados de los tres índices para que no quepa duda del grado de concentración de medios de sus sociedades. Entre los años 2000 y 2010 en América Latina, los argentinos Guillermo Mastrini y Martín Becerra emplearon el CR4 para demostrar, en varios estudios para el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS), la alta concentración de la propiedad de los medios en América Latina.

Parece entonces necesaria una combinación de métodos para conocer más apropiadamente la concentración medial. Los instrumentos de medición prestados por los economistas para medir share, participación accionaria, valor agregado, ventas, ingreso publicitario e incluso número de empleados, son más adecuados para el sector manufacturero e industrial. Aún así, es necesario ponerse de acuerdo sobre cuál es el mercado relevante. ¿Es el nacional? ¿El de una región? ¿El de una ciudad? Durante décadas los norteamericanos han estudiado la concentración de medios asumiendo que la ciudad es el territorio apropiado. Los resultados nacionales y locales pueden dar resultados diferentes. En el Perú las ventas de diarios locales con mucho arraigo como El Tiempo de Piura, o La Industria en Chiclayo y Trujillo, o El Pueblo en Arequipa, pueden ser inferiores a las de las cadenas nacionales, pero la influencia de cada uno de ellos en su ámbito es superior. Sin embargo, los indicadores señalados evaluarán solo el poder económico de las compañías. No su influencia cultural o política ni su importancia para el público. ¿Cómo medir niveles de concentración en el llamado mercado de las ideas?

El abuso de poder en el mercado de las ideas produce restricciones de facto al pluralismo y la diversidad. Aunque es posible obtener evidencia de posibles abusos, por ejemplo como el comportamiento del Grupo El Comercio durante la campaña electoral del 2011, no ha surgido aún un criterio satisfactorio de mercado político y cultural que, en un sentido amplio, permita evaluar las esferas de influencia de un solo operador. En contrapartida, también podría haber fenómenos de diversidad dentro de la concentración, por ejemplo medios con diferentes líneas, o diferentes líneas en un mismo medio. Pero esa no parece ser una flexibilidad propia de El Comercio.

Hacia mayo del 2013, Mohme y Agois estaban negociando una fusión o compra venta. Mohme empezó a negociar con Mindreau por su cuenta, aunque en realidad con el hijo de esta, Claudio Sahut, fruto de un matrimonio anterior al que contrajo con Agois. Sahut estaba visiblemente interesado en que su madre vendiera. Por otra parte, Mohme seguía conversando con Luis Agois, quien conocía de sus reuniones con la parte Mindreau, que pasó a representar Sahut. Agois ocasionalmente fue a reuniones en LXG, donde los recibía su gerente Martín Fariña. Mohme, sin la participación de LXG, preparó un acuerdo de socios para ser negociado con Agois, plasmando algunos de los puntos que habían conversado. Los Agois y Mohme debían ponerse de acuerdo respecto a los términos de su relación, una vez que Mindreau y Agois Paulsen salieran de la sociedad. En el documento, La República tendría tres directores y la familia dos, aunque Luis Agois presidiría el directorio sin voto dirimente. Se requería participación de la minoría para contratar el head hunter que escogería al director periodístico, pero este sería nombrado por mayoría simple. Mohme sostiene que su idea era que Agois continuara siendo el líder de Correo, pues un cambio de línea podía afectar la venta de ejemplares y por lo tanto el pago del préstamo que estaba gestionando.

Mohme y Agois fueron a la oficina de Enrique Ghersi, contigua a la casa del propietario de La República, con la idea de que diera forma al acuerdo de socios. Según Mohme, el mes de junio avanzó sin noticias del acuerdo. Llamó a Ghersi, quien le dijo que Marcia Mindreau no quería vender. Mohme le preguntó directamente a Mindreau, quien le dijo que sí quería. Ghersi tiene otro recuerdo de la conversación. Afirma que le dijo a Mohme que los Agois no venderían. La familia había asumido que se negociaba un acuerdo de fusión, no de compra-venta, que era lo que reflejaba la propuesta de acuerdo de socios de Mohme. En todo caso, este fue un momento clave: una propuesta de gobierno conjunto de EPENSA por parte de La República no recibió respuesta afirmativa, o alternativa.

A comienzos de julio, Mohme acabó de negociar los términos de su acuerdo con Mindreau. Pagaría 17,2 millones de dólares por el 54% suyo y el de su esposo. Firmaron un preacuerdo, con el que Mohme solicitó dinero al banco. Viajó de vacaciones a Miami. El 27 de julio el banco lo llamó para decirle que su dinero estaba listo para ser recogido. Regresó solo para firmar con Marcia Mindreau un contrato de compra-venta. El documento estipulaba un plazo de treinta días para que el resto de socios de la empresa ejercieran su derecho de preferencia.

Inmediatamente después de haber firmado el contrato fue a buscar a Luis Agois para darle la noticia. “Noté que se puso colorado. Nunca lo había visto así”, diría posteriormente Mohme en privado.

—Voy a tener que hacer consultas con mi familia —dijo Agois.

Mohme le preguntó cuánto demoraría. Había interrumpido vacaciones y debía regresar a Miami.

—Regresa, no jodas tus vacaciones —dijo Agois—. Yo te llamo.

Nunca lo hizo.

Al día siguiente, sendas cartas notariales llegaron a las casas de los hermanos Agois. Les notificaban que había comenzado a correr el plazo de treinta días para que ejercieran su opción de compra. No tenían ese dinero. Salvo Luis, los hermanos Agois no estaban advertidos, y reaccionaron con disgusto.

Agois cortó toda relación con Mohme. Las llamadas de este no fueron respondidas. Tampoco los mails. El abogado de Agois, Enrique Ghersi, y el asesor de imagen, Freddy Chirinos, miembro del directorio de EPENSA, se pusieron a buscar posibles socios. Pedro Pablo Kuczynski, uno de ellos, fue a pedir dinero al Banco de Crédito, pero no tuvo éxito. Hablando con el CEO del BCP, Walter Bayly, Kuczynski le hizo ver el riesgo de que Correo terminara con una posición política peligrosa para las inversiones. Pero el razonamiento político no fue relevante para el BCP. Quiso saber cuánto pondrían de su bolsillo los Agois que se quedaban, o el propio Kuczynski. Y como la respuesta no fue convincente, se abstuvo de participar.

Radio Programas del Perú se interesó en una fusión, pero no hizo una propuesta en regla. Hubo más gestiones, pero el tiempo corría y no había resultados. Entonces Agois fue a buscar a Gianfranco Castagnola, el director gerente de Apoyo.

En realidad, El Comercio había buscado a la consultora Apoyo meses atrás, antes de que el contrato entre Mindreau y Mohme hubiera sido firmado, para que le hiciera saber a Luis Agois de que si la familia estaba pensando vender, ellos estarían interesados en comprar. Es posible que ya supiera que Mohme estaba detrás de la mayoría de acciones. En mayo, por encargo de El Comercio, Castagnola le dijo a Agois que si quisiera vender recibiría una buena oferta, mucho mejor que la del 2005. Hasta julio ambos hablaron unas tres veces, brevemente. Agois no soltaba prenda ni parecía apurado. En agosto, a punto de perder EPENSA, le dijo a Castagnola que estaba dispuesto a sentarse a conversar. Faltaban quince días para el vencimiento del plazo.

En un tiempo récord hicieron todo: valorización, acuerdo de socios, contrato de compra venta, etcétera. Acuerdos de este tipo, como saben los entendidos, demoran meses. Mohme, mientras tanto, seguía haciendo inútiles intentos de conciliación. Había pensado que una vez con el contrato con Mindreau en la mano Agois lograría la presión necesaria para convencer a Agois. Pero esta presión lo echó en brazos de El Comercio.

—Cuando un accionista no está seguro de vender, o no quiere vender, hay dos caminos: meter un caballazo o esperar —dijo un experto en fusiones—. A veces es mejor esperar. Y preguntarse qué quiere el otro, qué no le gusta. ¿No le gusta el acuerdo de socios? Hagámosle un acuerdo de socios mejor.

Pero Agois y Mohme no tenían un acuerdo de socios cuando el dueño de La República lanzó la oferta para comprar el 54%.

Antes de que El Comercio se hiciera de la empresa de los Agois, la participación de EPENSA en el mercado nacional de venta de ejemplares de diarios era de 28,56%, de acuerdo con cifras de la Sociedad de Empresas Periodísticas del Perú (SEPP). El Comercio tenía 49,3 % y el Grupo La República 16,39%. Si La República hubiera comprado, su participación en el mercado subía a 44,94%, aún inferior al 49,3% de El Comercio. Ahora este ha subido a 77,86%, quedándose La República con 16,39%. Considerando la lectoría —lectores por cada periódico comprado—, las posiciones no cambian. La reciente compra de EPENSA por El Comercio acrecienta su participación de 55,48% a 78,62%. La República, si compraba, subía a 34,56%. En suma, las cifras nacionales tanto en venta de ejemplares como en lectoría otorgan al Grupo El Comercio una posición de dominio en el mercado que bordea el 80%.

Es relevante hacer otro cruce de información. Por ejemplo, comparar sus ventas netas de periódicos separando la capital peruana del interior. En Lima, según el Cuadro 1, elaborado con datos de SEPP, los diarios del Grupo El Comercio tienen ahora el 85,69%, al haber sumado su 62,77% previo (713.578 ejemplares), con el 22,92% de EPENSA (260.125). Los medios de La República se quedan con el 9,24% del mercado. Considerando solo las provincias, los diarios de EPENSA, El Comercio y La República tenían, en ese orden, el 33%, 31,25% y 29,1% de las ventas. De modo que ahora el Grupo El Comercio tiene en el interior el 64,25%. Con estas proporciones podemos saber qué hubiera pasado si La República llegaba a comprar EPENSA. En Lima, solo hubiera subido su participación al 32,16%. Pero en provincias, hubiera tenido 62,1% del mercado, haciendo un duopolio con El Comercio.

Este no es un dato menor. El éxito de la operación de Mohme también hubiera producido una situación de concentración indeseable en las provincias, con posibilidades de pacto entre grandes en perjuicio de los medios locales o de terceros.

Si bien un análisis para detectar violaciones a la libre competencia debe considerar la actuación del grupo dominante como un todo, una evaluación de influencia de sus medios en el debate público obliga a otras miradas. Retiremos, por ejemplo, los datos de Trome —un fenómeno mundial que vende medio millón de ejemplares en Lima— y los del resto de diarios populares y deportivos. Entonces salta a la vista la importancia de Correo en las provincias, como muestra el Cuadro 2. Correo tiene el 37,77% de las ventas de los periódicos dedicados a la actualidad política, seguido por Perú 21 (22,41%), El Comercio (21,9%) y La República (12,27%). En Lima, El Comercio se lleva más de la tercera parte (35,4%) y sumando a Perú 21, Correo y Gestión, todo el grupo hace casi el 90% de las ventas. Pero en provincias las ventas de Correo representan el 62,27 % de este universo. El Comercio tiene solo el 4,62%, con menos de diez mil ejemplares. Controlando a Correo tiene el principal instrumento de influencia en la opinión pública en las provincias.

Aun considerando que la operación no presenta problemas constitucionales y que una eventual demanda judicial contra la compra fracase en los tribunales, El Comercio ha asumido un riesgo político cuya evolución de momento es difícil pronosticar. Para explicar el riesgo es oportuno comenzar contando el chiste del chihuahua y el rottweiler.

Un hombre entra en un bar y pregunta:

—¿Quién es dueño del rottweiler que está afuera?

—Soy yo. ¿Qué pasa?— se levanta un hombre que llegó en bicicleta.

—Es que mi chihuahua está matando a su rottweiler.

El hombre de la bicicleta se ríe de la tontería y dice:

—¿Cómo se le ocurre que su pequeño chihuahua pueda hacerle algo a mi rottweiler?

— Es que su rottweiler se lo comió.

— ¿Y?

— ¡Se quedó atascado en la garganta de su perro!

Puede tener sentido aplicar el chiste a la operación de compra de EPENSA por El Comercio. Pues, dejando al margen las cuestiones legales y regulatorias, la campaña de La República contra la concentración de medios tiene un fondo político. Busca, antes que ganar un pleito en un tribunal, discutir el poder mediático de su competidor. No es necesario un análisis jurídico ni un estudio sobre el share para tener la percepción de que El Comercio ha adquirido un poder político enorme. La idea es que esto expone al grupo a un riesgo a mediano plazo porque en el Perú hay varias discusiones pendientes sobre el poder de los conglomerados.

Es posible que se reabra la discusión sobre el sistema de controles antimonopólicos. El Perú es uno de los pocos países donde no hay controles previos. Hasta el momento no han tenido éxito los intentos de plantear un debate en el Congreso sobre los vacíos legales existentes. La compra de EPENSA podría animar una nueva discusión. En ella se enfrentarán nuevamente tendencias de política económica, sacando unos como mal ejemplo lo que está pasando con los medios, y otros como bueno el que la compra de Inca Kola por Coca-Cola no haya impedido el surgimiento ganador de Kola Real.

Otro elemento a tomar en cuenta es que en el Perú está pendiente la democratización del espacio radioeléctrico y del dividendo digital. El año pasado Gustavo Gómez, un consultor de la UNESCO que fue decisivo en la alabada reforma de las comunicaciones en Uruguay, produjo un demoledor informe al respecto. A mayo del 2012 existían 426 titulares de licencias de 1.259 estaciones de televisión abierta, en una proporción de 3 a 1. No había una sola televisión comunitaria, a pesar de que la ley reconocía su existencia. La mayoría de estaciones eran simples repetidoras de centrales en la capital, incluyendo las del Instituto de Radio y Televisión Pública (IRTP). Unas trescientas estaciones eran repetidoras de las cadenas comerciales y otras tantas de la señal pública. El grueso de la audiencia y más de la mitad de las estaciones estaba captado por cinco cadenas nacionales comerciales y una pública. La programación representaba una centralización absoluta. En cuanto a las concesiones de televisión digital, la situación era cada vez más contraria a la diversidad y el pluralismo.

La situación requiere una reforma, y en ese contexto no sería extraño que se replantee la propiedad cruzada; es decir, el derecho de medios impresos a recibir del Estado concesiones de televisión. La principal estación, como se sabe, está en manos de los grupos El Comercio y la República. No se sabe, en los próximos años, cuál será el contexto político de esta discusión. A mediados de octubre IPSOS inició un estudio entre líderes de opinión para consultar su percepción sobre la compra de EPENSA por El Comercio. Los resultados, aún desconocidos, serán un indicio relevante.

Sobre estas percepciones un banquero de inversión dijo a PODER que, en ese sentido, la operación de compra de EPENSA por El Comercio es un buen gol en el primer tiempo, pero una mala decisión a largo plazo.

—Ya hay una discusión sobre la concentración de medios que antes no estaba en la agenda —dijo—. Si el humor del país cambia podemos ver un coletazo, un malhumor que cree las condiciones políticas para que un Gobierno obtenga apoyo para apretarle las clavijas a grandes grupos cuyas tasas de retorno están entre las mejores del mundo.

Y a continuación el banquero contó el chiste del chihuahua y el rottweiler.


Tomado de PODER, octubre del 2013


Escrito por

Revista Poder

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