Como se suele decir, fue el inicio del fin de Sendero Luminoso (SL). Era 1989. Casi que no podría haber sido otro año. 1989, el mundo y el Perú se trastocaron. En el plano internacional se derrumbó el muro de Berlín y aquí la alcaldía de Lima la ganó Ricardo Belmont. Nos salíamos de un molde y tomábamos rumbo incierto. Pero la incertidumbre inherente a 1989 no cubrió a todos. Ese mismo año, SL clausuró su primer y clandestino congreso nacional en una casa de Monterrico, en Lima. Aunque riesgoso, la posteridad merecía registro de tan “histórico”evento. Envueltos en atuendos chinescos y entre los grititos disforzados de las camaradas —que eran mayoría en el ágape—, Abimael y sus máximos dirigentes se sacaron fotos y grabaron un video. Después de todo, las leyes universales del marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo se habían confirmado, el viento de la historia estaba con ellos, habían llegado al “equilibrio estratégico”, el Estado caduco ya se desmoronaba y la victoria se acercaba. Las buenas nuevas se celebraron bailando “Zorba el griego”.Sin embargo, no vimos el video hasta enero de 1991. Como todo el mundo, recuerdo haber quedado de una pieza frente a la tele. No estaba muerto y andaba de parranda. Incluso verlo hoy da escalofríos. Si el video retrata la efervescencia de los senderistas, también refleja la zozobra de aquel país. La sala lúgubre y clandestina, el vestuario de luto que llevan los senderistas, todo recuerda el ensimismamiento y desasosiego peruano de fines de los ochenta.Se trata de una liturgia de poca monta, bastante loca y, sin embargo, perturbadora. Gonzalo Portocarrero ha hecho un análisis de la cinta centrándose en la relación entre Guzmán y sus camaradas. No obstante, la importancia de ese video se materializa, creo yo, menos en esa sala y sus diecinueve ideologizados huéspedes que cuando todo aquello se divulgó e hizo combustión al contactar el mundo exterior. El video es más que el fin de SL. Al hacerse pública esa ceremonia desbocada, exagerada y caricaturesca, se liquidó buena parte de nuestro siglo XX. SL, al ser la versión más radical de varias de las características de la vida política peruana del siglo XX, arrastra hacia su tumba a todo un universo.  

En primer lugar, muere junto a ellos la política doctrinaria, ya no habrá más intelectuales ni teorías en competencia por el poder en el Perú. Desaparece con ellos, también, la política como pariente de la guerra. Da su último suspiro el gran ciclo de movilizaciones sociales estrenado en los cincuenta con las tomas de tierras en el Cusco. En tercer lugar, como han recordado varios especialistas, SL había sido el único partido político peruano de izquierda fundado sin contacto alguno con partidos ni sindicatos limeños. Pero ese vehículo eminentemente provinciano queda herido de muerte en una casa de la capital, una capital que durante la segunda mitad del siglo XX se ha almorzado al resto del país. Finalmente, con ese grupo de intelectuales de provincia que eran los senderistas —si la descripción lo pone nervioso, querido lector, no hay problema, agregue “terrorista”— también se entierra a la provincia peruana en tanto actor político.Sin embargo, más que nada, SL arrastra hacia su fosa común una postura y un vocabulario. Todas las palabras que pasaron por bocas senderistas fallecen ahí mismo como alcanzadas por un veneno eterno: pueblo, popular, imperialismo, cualquier cosa “roja”, clase, socialismo, rebeldía, organización, social, marxismo, camarada… A partir de entonces, cuando alguien intente rescatarlas será irremediablemente asimilado al universo terruco y liquidado por el mismo veneno eterno. Lo que observamos en el video de “Zorba el griego” es fundamental para esto.

Se ha dicho muchas veces que la violencia desatada por SL explica mucho del Perú posterior. Y no es incorrecto. Pero, en realidad, tanto como ella, importa la puesta en escena del mundo senderista en la cual no figura la violencia. Ni en ese video ni en el de la captura de Abimael Guzmán vemos un arma, no hay bombazos, disparos, ni siquiera oímos un buen conchetumare.

video de la captura de Abimael Guzmán

En realidad, esos videos deslegitiman una forma general de hacer política porque, justamente, no hay violencia en ellos, porque son la otra cara de Tarata o Lucanamarca. Esos videos le demuestran al Perú cansado de guerra que el senderismo, además de ser una forma de violencia radical es, sobre todo, una imbecilidad radical. Que no había forma de perder esa guerra.


[Alberto Vergara es un politólogo peruano. La presente nota es un fragmento del artículo "De Zorba el griego a Peru- Nebraska. Una video-historia", Revista Poder, año 6, N°3, marzo de 2014.]