En paralelo a la COP20 que se realizará en Lima en diciembre próximo, se llevará a cabo también la Cumbre de los Pueblos frente al Cambio Climático. En este artículo, Enrique Fernández-Maldonado, miembro del Grupo Perú COP20, aborda los retos y objetivos que buscan impulsar este foro social y político al que acuden activistas y movimientos sociales de los cinco continentes.
Cambiemos el sistema, no el clima
por Enrique Fernández-Maldonado Mujica
“Se trata de extremistas”, fueron los términos utilizados por el presidente Ollanta Humala en Nueva York para referirse a las críticas que recibió su participación en la Cumbre del Clima, convocada por Ban Ki-Moon en setiembre último, en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas. Sus afirmaciones no dejaron lugar para la duda, siquiera para un matiz que complejizara las razones de sus críticos. “Hay posiciones ideológicas bastante extremistas, que quieren que nada se mueva y todo se mantenga igual, pero el mundo va cambiando” (sic), fue la fórmula que utilizó para banalizar los cuestionamientos recibidos.
A Humala le irritó que una docena de manifestantes protestara a las afueras de la cena organizada por la Americas Society, foro empresarial financiado por algunas mineras que operan en el Perú, para condecorarlo la noche del jueves 24 “por promover un mayor entendimiento de las realidades sociales, políticas y culturales de su país y la región”. Mucho menos le debe haber gustado que días antes, el domingo 21, una nutrida delegación de peruanos acompañara la multitudinaria People’s Climate March portando pancartas que reclamaban justicia frente al asesinato del líder asháninka Edwin Chota y exigiéndole coherencia en su condición de presidente de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP20) que se llevará a cabo en nuestro país en diciembre próximo. En los tiempos del Twitter y de las redes sociales, la versión de un doble discurso del Gobierno sobre la cuestión ambiental global y sus políticas internas inquietó a más de uno, y no solo en las calles. ¿Se lo habrán advertido su ministro de Ambiente y el cuerpo de asesores que lo acompañaron en su periplo por Nueva York?
Probablemente la mayor preocupación del Gobierno, que no quisiera tener que encarar como anfitrión de la COP20, sea el calor proveniente de las calles. Humala y la delegación peruana tomaron la temperatura a las movilizaciones mundiales en contra del calentamiento global y a favor de compromisos vinculantes por parte de los Gobiernos, con posibilidades de reproducirse por estos lares cuando nos visite en diciembre la crema y nata de la diplomacia internacional. En Nueva York y en más de 160 ciudades, más de medio millón de ciudadanos se movilizaron para exigirle a sus autoridades compromisos claros en materia de mitigación y adaptación frente al cambio climático. Algo de esto podría darse en Lima, siendo que entre los tópicos más esperados se encuentran los compromisos que asuma el Gobierno anfitrión para capitalizar el Fondo Verde para el Clima y en materia de reducción de carbono.
La Cumbre alternativa
Se ha hecho costumbre, desde las protestas “antiglobalización” de Seattle (1999), que en cada cumbre internacional donde se toman decisiones que afectan la gobernanza global, miles de activistas y organizaciones sociales se den cita para movilizarse contra los organismos multilaterales y presionar a sus Gobiernos a favor de plataformas y reivindicaciones diversas. Este año se realizará en Lima, en simultáneo con la COP20, la Cumbre de los Pueblos frente al Cambio Climático, una suerte de foro social y político al que acuden activistas y movimientos sociales de los cinco continentes para hacer seguimiento e incidir sobre el proceso de negociaciones post Cumbre de Copenhague (2009), considerada un fracaso por el movimiento ambientalista internacional.
La Comisión Organizadora de la Cumbre de los Pueblos alberga una diversidad de organizaciones que la enriquece y le otorga carácter de frente a este espacio de sociedad civil multiactores. Pero también plantea retos cruciales para su funcionamiento y consolidación. Uno primero será la construcción de una narrativa argumentativa que unifique las diversas plataformas y agendas en torno a aspiraciones comunes. Pero sobre todo que posibilite la acción conjunta de organizaciones tan disímiles como los sindicatos, las confederaciones campesinas e indígenas, las organizaciones sociales, los grupos feministas, las ONG ambientalistas, los colectivos juveniles, etc. Objetivo difícil, si los hay.
La articulación con redes y plataformas internacionales (con recursos y experiencia en incidencia política global) resulta clave para el éxito del proceso pre-COP. No solo por el soporte logístico que recibirá la cumbre alternativa, sino sobre todo por la capacidad para articular un discurso global sobre el proceso de negociaciones internacionales, vinculado a una agenda ambiental interna que materialice los compromisos asumidos por el Gobierno peruano.
Por lo pronto, las organizaciones sociales e indígenas que lideran la Cumbre de los Pueblos vienen exigiendo al Gobierno, y en particular a Manuel Pulgar Vidal, ministro de Ambiente, una mayor transparencia e información respecto de los acuerdos que viene promoviendo su sector en su rol de presidente y facilitador de la COP. Las reuniones convocadas por el equipo negociador este año en Lima se han preocupado más por la foto que por profundizar en el detalle de la posición peruana. Las generalidades expresadas por Humala en su alocución en las Naciones Unidas incrementan la incertidumbre y la sensación de poca claridad en el Gobierno para encarar la responsabilidad asumida.
Los movimientos sociales peruanos han planteado al Ejecutivo un conjunto de lineamientos programáticos y políticos que deberían ser considerados en las negociaciones internacionales y de cara a la agenda ambiental interna. Por un lado, exigen la priorización de las medidas de adaptación al cambio climático en el borrador de Acuerdo Climático Global que se aprobaría en la COP21, el próximo año en París. Este aspecto ha generado preocupación en diversos sectores considerando lo que presentó el Minam como propuesta de Estrategia Nacional de Cambio Climático en julio de este año, sin considerar políticas ni metas precisas al respecto.
Por otro, plantean reivindicaciones específicas relacionadas con la transformación productiva del país, el ordenamiento territorial, la soberanía y la seguridad alimentaria, el cuidado y acceso al agua, la preservación de los bosques y la adopción de nuevos patrones de producción y consumo inspirados en el buen vivir. Estas medidas deberán estar acompañadas –bajo el riesgo de ser infructuosas– de un cambio en la matriz energética que permita una transición progresiva (e irreversible) hacia el uso de energías renovables en reemplazo de los combustibles fósiles. Estas exigencias van a contracorriente de las políticas de promoción de la inversión privada emprendidas por el Gobierno para incentivar la explotación de hidrocarburos en la Amazonía a costa de relajar la regulación ambiental y tributaria, tal como han denunciado las organizaciones agrarias que participan de la Cumbre de los Pueblos.
Si bien el Cambio Climático no forma parte (consciente) de las preocupaciones cotidianas de un número importante de peruanos, la presencia de gente de todo el mundo en Lima, reivindicando acciones de justicia climática y movilizándose a favor de una nueva gobernanza climática global, hará más visible la existencia de un movimiento ciudadano internacional y local a favor de soluciones viables al calentamiento global. Asimismo, la cumbre pondrá a contraluz las acciones de resistencia y defensa glocalizada de los pueblos, de sus territorios y formas de vida. Publicidad que le hará flaco favor a un Gobierno que aspira a proyectar una imagen de liderazgo internacional en materia de medio ambiente, pero que corre el riesgo de aparecer ante la opinión pública local e internacional como falto de reflejos y de proyección política para enfrentar los rigores del calentamiento global. Esperamos equivocarnos, por el bien del planeta y de todos nosotros.