Por David Rivera del Águila, director de PODER


Me he demorado en encontrar un texto original de Karl Popper que había leído hace algunos años. A inicios de los 90, este filósofo, considerado entre otras cosas como uno de los teóricos más importantes del liberalismo, planteó su posición sobre la necesidad de regular la televisión. Cuestionado al respecto en una entrevista, Popper recuerda ideas que nos vienen bien en el Perú: no hay contradicción entre ser liberal y creer en la necesidad de limitar la libertad; el liberalismo clásico ha creído en la necesidad de controlar el poder; y cualquier poder y sobre todo uno como el de la televisión, debe ser controlado. Por su puesto fue criticado por otros liberales también importantes. Pero la historia viene bien para recordarnos que no hay verdades absolutas, que ser liberal no va en contraposición con creer en la necesidad de regular ciertos campos de la vida económica y social. Ese es un cuento que algunos líderes de opinión pretenden que nos compremos.

Los defensores de la televisión sin controles basan su argumentación en la idea “es lo que le gusta a la gente”, acuñada por el popular conductor de televisión de la década de los 80 Augusto Ferrando. Bajo esta premisa, su programa Trampolín a la Fama se convirtió en uno de los más vistos de la televisión peruana, y también en el espacio público donde la discriminación (principalmente a “Tribilin”) era parte esencial de la dinámica del mismo.

No es necesario que desarrollemos más este “principio”. Vayamos a un ejemplo sencillo de Popper para rebatirlo. Los niños son quienes pasan mayor tiempo frente a la televisión. La cantidad de horas depende de varios factores, pero en muchos países como el Perú, son varias al día. ¿Qué capacidad tiene un niño para discernir entre la fantasía y la realidad? O, visto de otra manera, ¿cuánto de lo que consumen termina formando su manera de concebir el mundo y, por lo tanto, la forma en la que se comportará en el futuro? ¿Cuánto de lo que vimos en Ferrando y cuánto de lo que vemos hoy en la Paisana Jacinta terminan alimentando a que sigamos siendo una sociedad racista? Este argumento bastaría para sustentar la necesidad de que haya una regulación efectiva de los contenidos vinculados a las franjas horarias. Popper se pregunta por qué le exigimos tanto a los educadores y por qué pretendemos exigirle tan poco a la televisión, que juega un rol tan fundamental como los primeros.

Si entramos al terreno de lo que vemos los adultos y nuestra capacidad o derecho a elegir, el debate se complejiza. Teniendo la televisión una influencia fundamental en el proceso de formación cultural de una sociedad, y considerando que los espectros radioeléctricos son propia del Estado, es decir, de todos nosotros, ¿no resultaría necesario y un derecho que tengamos un debate sobre lo que queremos todos de la televisión?

Ahora bien, es cierto que en un país como el Perú una posición a favor de la regulación despierta temores, válidos por nuestro pasado ya no tan reciente y por la posibilidad de que la regulación sea aprovechada políticamente en el futuro. No hemos construido la institucionalidad necesaria para que ello no sea así. ¿Cuál es la alternativa? La autorregulación siempre aparece como el salvavidas que se lanza el sector privado, más como un mecanismo de defensa que por auténtico convencimiento. De hecho, la realidad ha demostrado que no lo hace. Pasó con las universidades privadas y ahora con la televisión. Se habla mucho y se logra poco. La experiencia internacional muestra cómo países con economías de libre mercado han optado finalmente por diferentes modelos de regulación para la televisión.


Dicho esto, luego de escuchar y conversar con el presidente de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión, Abraham Zavala, hay que reconocer el esfuerzo que está haciendo para lograr que los canales de televisión lleguen a un acuerdo mínimo sobre los horarios de protección al menor. Le deseamos, con sinceridad, éxito. Porque efectivamente los riesgos de la regulación de los medios de comunicación en un país como el Perú no han desaparecido. Pero si los medios siguen en el camino en el que están, podemos llegar a poner en duda qué riesgo potencial es el menor. Porque como bien señala Popper en aquella entrevista, la situación de una televisión no regulada puede llevarnos al mismo riesgo de una que sí lo está. Al “pensamiento único”, solo que derivado del lucro a cualquier costo para la sociedad.

Columna publicada el 12 de marzo del 2015 en el Diario La República.