Hoy martes 31 de marzo vencía el plazo para sentar las bases de un acuerdo formal entre los países del llamado grupo P5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU -Gran Bretaña, Estados Unidos, China, Francia y Rusia-, más Alemania) e Irán, sobre el programa nuclear de este último país. Al acercarse la hora establecida, la medianoche europea, los negociadores anunciaron una extensión hasta el miércoles, cuando, se espera, harán un pronunciamiento conjunto.
Aunque las negociaciones en Lausana, Suiza cerraron el lunes en una nota negativa, conforme avanzaban las horas del martes los voceros de ambas partes hicieron lo imposible por ponerle el mejor rostro posible a lo logrado. Pero la realidad es esta: cualquier sea el pronunciamiento de mañana, el acuerdo aún está pendiente, y dependerá de futuras negociaciones. El plazo pasó, y el mayor consenso al que se ha llegado es el de seguir conversando.
El principal punto aún en disputa tiene que ver con la velocidad a la que se levantarían las sanciones internacionales. Irán pide que se eliminen de un solo golpe, en cuanto el acuerdo esté firmado. El grupo P5+1 quiere que algunas de ellas permanezcan hasta que se compruebe que Irán no tiene intenciones de desarrollar un programa armamentista, un proceso que -como reportó el lunes The Guardian- podría demorar varios años.
Ni siquiera el arribo del ministro chino de relaciones exteriores, Wang Yi, logró desentrampar la negociación. Yi llegó el domingo a Lausana y se esperaba que los profundos vínculos de amistad entre China e Irán (que incluyen el muy cercano involucramiento chino en el programa nuclear iraní) contribuyeran a alcanzar una solución de consenso. Pero no fue así, y Yi abandonó la reuniónhoy por la tarde, mientras los delegados continuaban frenéticamente su ronda de reuniones, con la esperanza de llegar a un acuerdo antes de la medianoche.
Entre tanto, muchas naciones árabes, entre ellas Arabia Saudita, han expresado su alarma ante la posibilidad de un acercamiento entre los Estados Unidos e Irán, pues esto podría significar un cambio en las preferencias de la superpotencia por las naciones del Golfo, hasta hoy sus principales aliadas en la región. Y en ello están, paradójicamente, en acuerdo con el gobierno de Israel, que se opone de forma absoluta a cualquier entendimiento entre Occidente y el régimen de Teherán, al que considera un peligro existencial.
El plazo del 31 de marzo fue establecido hace tres meses, luego de año y medio de negociaciones, como una demostración de voluntad política de las partes. La idea es generar un acuerdo de principios que les permita a los negociadores lidiar luego con cuestiones específicas, y llegar a un acuerdo final en junio.
A vistas de lo ocurrido hasta hoy en Lausana, parece difícil.