Por David Rivera del Águila
La designación de Pedro Cateriano como primer ministro ha generado diversas interpretaciones. Para algunos, es la decisión correcta, pues una elección al gusto y exigencias del Apra y el fujimorismo hubiese sido una muestra de debilidad y hubiese llevado al gobierno a ser finalmente arrinconado. Para otros, ha sido un símbolo de la inmadurez y poca convicción democrática del presidente Humala. Hagamos un ejercicio en sentido inverso. ¿Qué opciones tenían la dupla Humala-Nadine?
Un tecnócrata que "satisficiera" las exigencias de la oposición dura y tranquilizara las expectativas del empresariado. Primero, ninguno de los tecnócratas del gabinete hubiese aceptado el cargo. Tenían mucho que perder. Para ellos está claro que el Apra y el fujimorismo (más el primero que los segundos) solo buscan desestabilizar al régimen, que no tienen afán constructivo. En esta línea, cualquier "anticucho" o crítica le iban a encontrar o inventar a quien fuese elegido. Que mucho más aportan en las carteras en las que están ahora. Siendo así, estaba claro que lo que se necesitaba era un primer ministro con la capacidad de manejar el contexto político de los próximos doce meses, que independientemente de quien fuese elegido, será de confrontación al menos con el Apra y el fujimorismo.
Porque si nos quedamos en la mirada corta, entonces veremos en la DINI el hecho que creó la confrontación e "inestabilidad" y la censura a una premier concertadora como Ana Jara. Pero si miramos los tres años y ocho meses de este régimen, recordaremos que más allá de errores y aciertos, acuerdos o desacuerdos ideológicos, la relación del gobierno con el Apra y el fujimorismo ha sido de tensión permanente, y que estas fuerzas opositoras han apostado por tener una oposición pura y dura.
La segunda opción era la de un tecnócrata que estuviese fuera del entorno palaciego. O la de un independiente. En un escenario como el planteado, aquí, en Estados Unidos o en la China, cualquier Presidente hubiese buscado una persona de su entera confianza. Si consideramos las personalidades de Humala y de la primera dama, más aún. A esta altura del análisis es bueno recordar que la política es el arte de lo posible, que la mirada idealista puede llevarnos a plantear escenarios sin asidero en la realidad. Desde esta perspectiva, también sería bueno recordar que de los cinco primeros ministros que tuvo Toledo, dos no fueron de su entorno cercano. Dañino, al inicio y que duró un año, y luego Merino en el 2003, que estuvo apenas seis meses. Y con García, también fueron dos: Yehude Simon, que salió mal parado por las contradicciones ideológicas que eran evidentes entre ambos desde el inicio, y Rosario Fernandez, que básicamente asumió el cargo los últimos cuatro meses del gobierno.
Nos vamos quedando entonces con que las opciones venían por el lado de un personaje con perfil político y que tuviese una familiaridad ya construida con la pareja presidencial. Con 72 horas para tomar una decisión, Cateriano y el ex premier Juan Jiménez calzaban con las necesidades (en el sentido más amplio del término) de la pareja presidencial. ¿Cuál era la mejor opción? A la primera dama le debe haber costado hacerse la idea de tener un primer ministro con juego propio, que no va a dejar que le pisen el poncho, así estén alineados en su mirada respecto al Apra y al fujimorismo. Pero sin duda, en un escenario de confrontación inevitable con estas dos fuerzas políticas, Cateriano era su mejor carta.
Si el Congreso no le da el voto de confianza, el Ejecutivo decide cerrar el Congreso y se convocan a elecciones parlamentarias, todos pierden (el país también), y el escenario se abre para una nueva correlación de fuerzas. ¿Habrá incertidumbre? De hecho. Pero ya la había, y bastante. Claro está que a Cateriano le corresponde ahora estar a la altura de las circunstancias y de lo que requiere el país. El primer paso de ese pragmatismo debe llevarlo a abrir los espacios de diálogo y concertación que sean necesarios y con quienes sea posible, con el objetivo de reconstruir alianzas con algún nivel de estabilidad en el Congreso.
En sus primeras declaraciones a la prensa de ayer domingo, ha mostrado su disposición a querer hacerlo. “Tengo que cambiar de estilo...Tal vez en mi condición de ministro debí ser más prudente”, ha dicho. Sin por ello dejar en claro que lo que se viene no solo depende de él: “La pelota está en ambos lados de la cancha”. Y que su posición frente al Apra y al fujimorismo no ha cambiado, solo que desde su responsabilidad actual, le toca ser más concertador: “Tampoco quiero que (se) interprete que yo cínicamente me estoy quitando una máscara para ponerme otra. Eso no es real. Yo ahora tengo que cumplir un papel, pero a mis ideas y principios no voy a renunciar”.
Queda solo esperar la reacción de la oposición y lo que se viene en las próximas semanas, en las cuales Cateriano ha prometido reunirse no solo con todas las bancadas políticas, sino también con las organizaciones empresariales y trabajadoras. ¿Le será suficiente para obtener el voto de confianza? Veremos. La estrategia, quiénes pueden llegar a ser sus aliados y quiénes definitivamente no, parece estar clara.